El trabajo en el corral se acompaña con bromas.

Antaño, el gaucho más respetado era el domador. La relación entre el hombre y su caballo se anuda en la violencia de la doma, ritual necesario. 

La montura, pieza principal del apero, debe ser ancha y confortable. Está cubierta por pellón, una mullida piel de oveja. 

Las ovejas son guiadas hacia corrales que reciben unas sesenta cabezas cada uno. Cuando se levanta la barrera, la oveja avanza.

A los esquiladores se les paga según la cantidad de animales esquilados. Los chilotes vienen con sus familias y se quedan en el lugar entre cinco y quince días.

Durante dos o tres días, se ata el animal a un poste y se quiebra pacientemente su resistencia. 

Entre varios gauchos se apresan a contener la ola de animales y separar las hembras de los machos.